martes, diciembre 23, 2008
El día que Elena se fue
No hubo funeral porque nadie la conocía. El pueblo donde llegó no era muy grande, sin embargo, jamás se dio a la tarea de contactar a los demás, ni siquiera llegó a ser "la señora de la calle 7 que no habla con nadie" simplemente era "la nueva del pueblo que nadie sabe quien es, de donde viene, porqué llegó, a donde va o como se llama"
DE ALLÁ
Casi era Navidad cuando Elena se decidió. Habían pasado ya varios años desde que aquella idea rondaba su mente y por fin después de tantas lágrimas y tanto dolor, sacó del closet la maleta roja, si, la vieja aquella que su madre dice que debió haber regalado hace tiempo.
Empacó solo lo necesario (al menos para ella) 2 pares de calcetines, 2 mudas de ropa interior, 3 playeras, su vestido favorito (aquél que él dice, la hace ver como "señorita de verano", lo cual por cierto Elena nunca entendió), el disco ese del cual solo le gusta una pieza, 3 papeles viejos y arrugados con su nombre escrito en ellos, los zapatos azules, un pantalón deportivo, de esos para correr que Elena solo usa para que él siga repitiendo lo linda que se ve, y por supuesto, La caja.
Y algunas otras cosas que no sabía si dejaría en el camino.
Cuando tuvo todo listo, tomo las llaves, la foto, bajó la escalera, y al final del pasillo... Salió.
Elena no volvió más, no se supo que pasó, no dejó carta, de esas melancólicas donde se despide de todos y les pide perdón por la decisión para ellos abrupta que ha tomado, tampoco ordenó la casa. La cama no se tendió, los platos no se lavaron, el polvo de las mesas no fue sacudido, a simple vista parecía como si Elena hubiese tenido una emergencia y salido de prisa sin tiempo de nada. Pero no, la verdad es que Elena había planeado todo antes, mucho antes de hacerlo.
Al llegar a la estación pidió 2 pasajes, los dos con diferentes destinos (aún le quedaba una última Decisión que tomar). El primer tren salió a las ocho cuarenta y cinco.
No habían pasado ni 10 minutos cuando Elena, como recién salida del maratón, cayó en un sueño profundo, tan profundo que aquel estruendoso incidente del tren, no pudo despertarla. Hubo que cargarla para sacarla del vagón que por descuido de otro más comenzaba a arriesgar la vida de todos los presentes.
Por fortuna, el maletero no iba en el mismo lugar que Elena, así que, sus adoradas y últimas pertenencias no estuvieron amenazadas en ningún momento.
Él había estado viendo las noticias toda la noche, no podía dormir. No, no era por ella, su discusión de hace apenas unas horas, para él fue solo "una más". Aquél accidente del tren que pasaban a apenas unos minutos de haber sucedido, le hizo recordar el primer viaje sin ella. Sólo una vez mas, revisó el teléfono. No hay mensaje.
Apagó la tele, acomodó los cojines del sofá, lavó la taza de café en la que nunca toma café, revisó las cerraduras de las puertas y ventanas. Camino al dormitorio, apagaba luces y cerraba puertas, y de un solo salto, se metió en la cama, con sólo 2 cobijas y sin calcetas, cerró los ojos. Dormía ya.
Lo que despertó a Elena no fueron las voces de los pasajeros todavía asustados que comenzaban a preguntar entre gritos y ademanes, que había sucedido, si se resolvería todo, en donde estaban, etc.
No, lo que despertó a Elena fue el olor a lavanda que despedía el bolso de la señora que quedó atrapada en la ventana. De un solo movimiento, se levantó del suelo y volteaba en todas direcciones buscando frenéticamente el origen de aquel olor.
Cuando tuvo el bolso en sus manos, alzo la cara al cielo, y un súbito dolor en la parte baja de la espalda la hizo derribarse cual saco de papas. Por supuesto, nadie notó que "alguien más" acababa de ser víctima de otra "crisis nerviosa" como ellos le llaman.
Menos mal que para Elena no fue difícil, cuando abrió los ojos estaba ya en la estación de Cartema. Pensó por un momento que aquel incidente fuese otro más de sus sueños... Jamás sabrá.
Tomó su maleta y bajó del tren.
Esa mañana, Elena había quedado en llevar la vajilla para la cena. No lo dejó preparado. ¿Que si lo olvidó? No, para nada.
Pero lo que no sabía era que su hermana pasaría por ella.
Carolina no lo sabe aún, pero son ya las 11:35 y se le ha hecho tarde. Media hora después se le ve corriendo por la casa buscando los zapatos blancos que mandará a arreglar, y por supuesto las bufandas de sus dos niñas que apenas y se les ve mas de dos minutos en una sola habitación de la casa.
Con las maletas mal cerradas, las niñas mal peinadas y ella con un dedo lastimado, sale de la casa, se suben a la camioneta y se dirige a casa de Elena.
Un timbre, dos, tres. Nada
¿Desistir o llamar de nuevo? ¿Habrá salido ya? Tal vez esta en la ducha, pensó.
No, definitivamente, esta casa esta vacía. De vuelta a la camioneta, la reversa un poco y a correr de nuevo.
Mama, Elena no esta - ¿Como que no esta? - Si, no esta, llegue tarde, lo sé, pero es que entre el tráfico y lo de ayer... - Bueno bueno, lo de ayer ya pasó, pero ¿como que no esta? ¿la llamaste? - Si, la contestadora ya no sirve, para variar... - Uhmm pues seguramente ya venía en camino o ... - O le valió un comino, para variar, que al fin a ella nada le ... - ¡Cállate! y mejor ve por Arturo que no tarda en llegar tu papa.
Las conversaciones entre Carolina y su madre generalmente son mas largas que esta, pero no hoy, esta vez, hay prioridades.
Si, Cartema se le llama al pueblo que ha llegado Elena, y en verdad que esta vez, el nombre no influyó en su decisión.
Por un par de billetes consiguió un cuarto con 1 cama, 1 fregadero, 2 cojines olvidados y una cortina que de cerrarla, vaciaría completamente la habitación de todo rastro de luz de lo sucia que esta. Y que mas dá, que al cabo, no estara mucho tiempo.
. . .
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1 comentario:
Me gusta cuando escribes cosas así de interesantes.
Lo que no me gusta es qeu reflejan siempre lluvias, trombas y tormentas internas.
Te escribí algo anoche. No sé si postearlo en el space dedicado a tí, o mandartelo a tu casa. Es algo nomás ára tí.
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